Estos días se habla mucho del tabaco y no lo voy a defender a pesar de que soy fumador. Fumar es dañino para todos, todavía no he llegado al grado de inconsciencia del escritor Pérez, que con su prepotencia y falta de rigor, siempre quiere imponer su criterio. ¡Ah!, perdón, Pérez Reverte, que sino igual no se le reconoce.
De lo que nadie habla, es del alcohol y haya o no moderación, en mi opinión es tan peligroso y dañino como el tabaco.
Ø Cuando fumo, no creo que afecte a mi capacidad de raciocinio. Soy siempre así de simple.
Ø Cuando fumo y conduzco un coche, no pongo en peligro la vida de otras personas. Claro que me puedo despistar y tener un accidente, pero también me puedo distraer al cambiar de marcha, mirar el GPS, poner la radio,... Con el alcohol, es seguro que disminuye la atención al volante.
Ø El fumar, no aumenta o disminuye mi agresividad hacia otras personas. Creo que muchas mujeres y niños, no pueden decir lo mismo de un padre y marido que bebe en exceso.
Ø El aliento de una persona fumadora no es agradable para otra que no lo sea, pero, ¿y el de una persona bebedora?, ¡lo mismo!
Ø El ejemplo que se da a los niños y jóvenes con esa cultura al vino, con esos recorridos por bares. En las películas, sabemos quién es el malo porque es el que fuma, pero vemos con buenos ojos que cuando los protagonistas llegan a su casa y hasta a la oficina, lo primero que hacen es ponerse una copa ¡para relajarse!
Ø Los fumadores, incrementan el gasto sanitario, ¿y los bebedores no lo hacen?, ¿no existen enfermedades asociadas al alcohol?
Ø Claro que puedo molestar si fumo en una cafetería, pero, ¿A mi no me ha de molestar el que ha bebido y aguantar sus neuras después?
Lo dicho, no fumar y no beber; ni aún con moderación. Eso es una excusa para seguir haciéndolo. ¡Lo que yo daría por tener la fuerza de voluntad para dejar de fumar!
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