viernes, 28 de junio de 2024

El racismo no puede existir, existe la ignorancia.

Por consenso unánime de la comunidad biológica, todos los seres humanos vivos pertenecen a la misma especie, homo sapiens, y a la misma subespecie, homo sapiens sapiens.

Aplicando este criterio, no existen razas humanas, o todos los seres humanos pertenecen a la misma raza.

La afirmación de que “no existen razas humanas” no pretende decir que todos los humanos somos iguales, tampoco niega las diferencias entre gente de distintas regiones, sino sólo afirma que la diferencia genética entre distintas poblaciones humanas no es suficiente para clasificarnos como “subespecies”.

Los rasgos humanos externos, como el color de la piel y la forma de la nariz o los ojos, son fruto de varios factores: la expresión genética para adaptarse al entorno (fenotipo), la selección natural bajo distintas condiciones climáticas, la deriva genética, las normas de selección sexual, la dieta, y el mestizaje con otras poblaciones. Pero en general, las diferencias son muy superficiales y sufren constantes cambios.

La gran mayoría de los rasgos “raciales” que atribuimos a cada región es una evolución muy reciente. Según hallazgos arqueológicos, los indígenas americanos de hace 9.000 años no se parecían mucho a los de ahora, los europeos de hace 8.000 años tenían piel oscura y ojos azules, el pelo rubio apareció por primera vez hace solamente 10.000 años, y ningún cráneo encontrado en China hace más de 7.000 años tenían los típicos “rasgos asiáticos”.

Estudios de ADN demuestran que los europeos modernos descienden de la mezcla de 3 poblaciones distintas hace apenas 5.000 años: los cazadores autóctonos, los agricultores de Oriente Medio y los ganaderos de la estepa rusa. Más probable, ninguna de estas 3 poblaciones tenía los rasgos “raciales” de los europeos actuales, que surgieron como la mezcla de los 3.

La esclavitud no distingue colores.


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